Hay ocasiones en las que uno que anda por los pasillos de la cocina, cree haberlo visto todo, o si bien no todo… Mucho.
Nos hacemos mas difíciles con el tiempo, nuestra capacidad de sorprendernos disminuye, es una parte triste de ir creciendo y de irse exponiendo al medio, es así que algunas cosas que hace veinte años me hubieran hecho ponerme de pie y aplaudir emocionado, ahora las veo con agrado, pero como una parte de la realidad habitual de quienes llevamos décadas transitando por estos caminos.
Sin embargo, en la edición 2016 de Mitotl, en las mañanitas me encontré con una gema. Un hallazgo diría yo, por primera vez en mucho tiempo, sentí una emoción como la de aquel explorador que avista tierra en el horizonte.
La sorpresa venía adornada con una sonrisa que derretiría témpanos de hielo, una mirada soñadora pero inteligente, y con un trato tan amable y encantador que ablandaría hasta al mismísmo Atila el huno.
Hablo de Gaby Ruiz. Mi primer encuentro con ella, vino cuando estábamos contemplando la vaca entera que se cocinaba a las brasas bajo el cuidado experto del chef Dante Ferrero. No nos presentamos, sencillamente, como si nos conociéramos desde antes, comenzamos a hablar de lo impresionante de esa res entera que estaba frente a nosotros, nuestra interacción duró un par de minutos.
Después de eso, me enteré que ella era una chef invitada. Desde el momento en que lo supe, me pregunté cual sería la sorpresa tras esa sonrisa. Es muy joven, es muy amable -me dije a mi mismo-, y no le pude descubrir ese dejo de malicia o ese yo no se que, que desarrollamos los cocineros, y que hace que nos distingamos entre nosotros rápidamente.
No, su trato era demasiado puro, pero si Javier Cruz la había escogido para formar parte de la brigada del festival, de seguro era buena en lo que hacía. En este festival no caben los aficionados.
La duda me consumía, pero llegado el momento, su conferencia inició, y ahí seguí descubriendo mas de sus cualidades, una de ellas, la elocuencia, y la otra, una curiosidad bien encausada. Vi un buen trabajo de investigación sustentando sus palabras, y algo que me fascinó: Desarrolló un “mapa” del “verde”, ese platillo tan típico de Tabasco, y que ella había tenido que reproducir en otras ciudades, siempre teniendo que llevar en su maleta los ingredientes necesarios, sin embargo, al comenzar a viajar internacionalmente, esas hojas frescas no podían ser llevadas en la maleta, cosa que en lugar de desanimarla, la llevo a hacer una investigación en compañía de expertos, en la que se disectaba la receta original y se clasificaba cada ingrediente, asignando equivalencias, de forma que pudiera ser preparada con ingredientes distintos pero de cualidades organolépticas similares. ¡Eureka!
Siempre me ha gustado mucho la aplicación de las ciencias exactas a la cocina, y esta mujer dio en el clavo, y con eso terminó de echarme a la bolsa como su mas devoto seguidor, me gusta tanto la precisión, que incluso en mi libro “Pero querías ser chef…” escribí un capítulo titulado “Medir es saber” basado en el dicho popular Alemán.
Pero como lo dice tan acertadamente el chef Jaques Pepin: “Un chef puede decir lo que quiera, pero lo que importa es lo que pone en el plato”.
Así que finalmente tuve la oportunidad de probar su cocina. En esa comida, ella iba a alternar con el Chef Aquiles Chavez, una tarea nada sencilla, y posiblemente intimidante, pero a pesar de eso, yo sabía que ella iba a estar a la altura. No tenía ninguna duda, solo restaba saber con que nos iba a sorprender, y miren que no me quedó mal, nos sirvió dos tiempos exquisitos, y al final el postre fue por parte de la Chef Bianca, de quien también les tengo mucho que platicar, pero ya le dedicaré un escrito completo mas tarde.
No conforme con esta comida, Gaby también aportó mucho para la cena de clausura, en donde cocinó con dos titanes del fogón. El chef Sergio Remolina, y Federico Lopez, eso no está nada fácil, alternó con dos verdaderas instituciones de nuestra cocina, pero miren que lo hizo bien.
Su visión de la cocina es fresca, diferente y muy original. Cada vez que uno prueba un plato de Gaby, hay una sencillez muy engañosa. Su uso de ingredientes tradicionales, es magistral y siempre original. ¿Habían probado un salpicón de coco?. Miren, uno de mis pasatiempos es bromear acerca del veganismo y sus seguidores, y su platillo, a pesar de entrar en esa categoría, hacía que hasta los mas acérrimos omnívoros suspiráramos de placer.
A sus platos les hace un poco mas de justicia la fotografía, sus sabores no pueden ser descritos adecuadamente con palabras, en definitiva, hay que probarlos. Los invito a que la sigan, y que al igual que yo, comiencen a ahorrar y a programar un viaje a Tabasco, porque yo quiero ir a Gourmet MX, el restaurante donde ella cocina.
Ya se ha escrito mucho de Gaby, y los reportajes acerca de su trayectoria y su persona son muchos y son buenos, si quieres saber mas, no hace falta que te esfuerces gran cosa, solo teclea Chef Gaby Ruiz en tu buscador, y ya verás que vas a encontrar mucho que leer y apreciar.
Y te voy a contar un secreto, no conforme con dar rienda suelta a su creatividad artística a través de la cocina, Gaby escribe, y escribe bien.
Si no me crees, tan solo busca las historiasdecarmela en instagram y ya verás de lo que te hablo.
Carmela me cae tan bien, que le voy a dedicar unas fotos, así cafecitas, porque ella dice que así son mas interesantes y la hacen imaginar y sentir mas, ella dice que son mas románticas, y que mejor que verlas mientras escuchamos el danzón número dos de Arturo Marquez, porque también le gusta mucho el danzón. Carmela se dice una cocinera de mentiritas, pero yo creo que si existe y se hace presente en cada plato de Gaby, tal vez ella no haga todo el plato, pero estoy seguro que mientras cocina, le susurra al oído a la chef sobre algún toquecito que añadir.

Gaby sirviendo el salpicón de coco.

Gaby con el chef Aquiles Chavez

Gaby con Sergio Remolina en la cena de clausura.